AHORA SOY UN ÁRBOL

Y hablo en serio, no he perdido la chaveta.

A ver, pongámonos en contexto: la semana pasada estuve en retiro solitario, toda la semana, de lunes a lunes.

Y solitario significa eso, que estuve solo, sin contacto con ningún ser humano, por una semana.

¿Y qué estuve haciendo solo en un retiro por una semana?

 Básicamente meditar, leer y escribir. Más nada.

Y es justo lo interesante, que haciendo casi nada (o nada para muchos) he llegado a comprensiones profundas que de otro modo no hubiera sido posible.

En la vida cotidiana, pensando en todas las cosas que tengo que hacer, que si las clases de yoga, que si hacer la publicidad, que si tengo que comprar esto y lo otro, que si patatín, que si patatán… no puedo darme el tiempo de reflexionar en cosas más profundas.

Es como si todo el tiempo estuviera nadando en la superficie, no puedo ver más profundo, pero al ir a un retiro solitario me puedo permitir nadar más profundo y ver más cosas que no veo en la superficie.

¿Por qué solitario? Básicamente para darme tiempo de estar conmigo mismo, de reducir todos los estímulos posibles, de, básicamente, parar.

Y entre todas esas reflexiones profundas llegué a verme como un árbol, pero como veo que estás poniendo una cara un poco rara, lo dejo hasta aqui y quizá lo cuente en otro momento.

Por cierto, si quieres saber acerca de retiros que dirijo, dale clic aquí.

¿Necesitas ayuda?